«No votaremos por quienes no apoyen el aborto terapeútico» afirma @claudiadides

El pasado 7/02/2013 nuevamente la vocera del Movimiento para la Interrupción Legal del Embarazo, Claudia Dides, aparece en un foro público, revindicando el aborto como una «deuda histórica de la democracia chilena».

Inmediatamente a continuación pone la legalización del aborto junto a temas que si convocan a una mayoría ciudadana, tales como la gratuitad de la educación, utilidades de isapres, temas ambientalistas diversos, lucro indebido en la educación superior y una variopinta lista de temas que tuvieron auge mediático durante 2012.

Es comprensible que la autora se «cuelgue» de dichos movimientos sociales circunstanciales para pivotear su propia causa que no es capaz de levantar movilizaciones, ni remotamente parecidas, y que carece de apoyo en un país que tiene profundo apego a la maternidad y  respeto por la vida de nuestros hijos por nacer.

En su texto Dides dispara al bulto; no explica qué entiende por aborto «terapeútico», no señala la fecha que propone para terminar con la vida del «producto», tampoco los métodos a utilizar para abortar ni mucho menos quién pagará por dichos procedimientos. Obviamente ni menciona el tema de la humanidad del embrión.

Las quejas de Dides.

Dides sostiene firmemente que «…la democratización ha dado paso a plantear las demandas silenciosas de los movimientos de mujeres diversos, que  nadie quiso escuchar durante 20 años, la necesidad de la despenalización del aborto. ¿Por qué las mujeres tienen que vivir en la clandestinidad un aborto por razones terapéuticas? ¿Por qué se imponen verdades absolutas, generalmente religiosas, en un Estado laico? ¿Por qué somos unos de los tres países de Latinoamérica en los que no se permite abortar bajo ninguna circunstancia? Son preguntas válidas si existe la libertad de pensamiento.»

La extensa apología de la autora a la práctica del aborto, insiste en una pretendida «deuda democrática», como si la eliminación del art 119 en el Codigo Sanitario fuera «per se» intolerable y abusiva sólo por haberse concretado bajo el gobierno de Pinochet. Dicha aseveración es simplemente majadera y simplona al dejar sin analizar la verdadera condición sanitaria nacional donde, a la fecha, ya venía bajando la mortalidad materna inclusive la incidencia por aborto, sino que tras su eliminación siguió bajando al punto que tenemos la tasa de mortalidad materna más baja del continente y con el aborto completamente prohibido. Tal como lo demostró la investigación del premiado científico de la Universidad de Chile Dr. Elard Koch. Lo anterior sepulta el manoseado como falaz slogan del «aborto seguro y legal para salvar vidas de mujeres»

Por lo tanto, «no existe ninguna necesidad de despenalizar el aborto por razones terapeúticas». Tal como indicara el actual Min de Salud en el Senado de la República «… la situación de incompatibilidad entre la vida del hijo y de la madre está resuelto en nuestra práctica médica», en su alocución al Senado de la República en 2012 durante la discusión de 3 proyectos que intentaban legalizar supuestos abortivos diferentes.

La realidad es que no sólo tenemos una excelente condición sanitaria para la madre embarazada, sino que un cada vez más amplio espectro de beneficios y apoyos en el desempeño de su rol materno. A saber entre otros:

protección al termino de los estudios secundarios para la madre adolescente establecido por Ricardo Lagos, entrega de ajuares al niño nacido por Michelle Bachellet y el programa Chile Crece Contigo que considera al niño desde la fecundación y un postnatal mundialmente alabado de 6 meses, convertido en ley por Sebastián Piñera.

Queda claro entonces, que en Chile no están muriendo nuestras mujeres por aborto y no es el aborto un problema de salud pública. El único lugar donde esto es un tema pendiente, es en las agendas de organismos internacionales, transnacionales que proveen servicios de aborto y las mentes de sus activistas que propagan equívocos, no sólo el mito de la muerte materna sino la cantidad de abortos.  

Ejemplo de ello es la sobrestimación del aborto en México. Human Rights Watch, que asume el discurso de las asociaciones abortistas, hablaba en su web en 2006 de entre medio millón y un millón de abortos al año en México justo un año antes de su legalización, en circunstancias que para 2012 los abortos practic
ados allí han sido casi 78.000 (exactamente, 77.919 a lo largo de estos cinco años)
.

Dides se pregunta ¿Por qué somos unos de los tres países de Latinoamérica en los que no se permite abortar bajo ninguna circunstancia?

La respuesta surge clara de todo lo anterior. Chile ha tomado el camino correcto para la protección de la vida de la madre y de su hijo por nacer.  Mientras en todos los países donde se ha legalizado el aborto (por cualquier supuesto) su práctica ha aumentado sostenidamente e inclusive se han verificado aumentos en sus tasas de mortalidad materna, tal como Guyana, que ha permitido el aborto casi sin restricción alguna desde 1995 y ha visto aumentar su tasa de mortalidad materna a más de 30 veces la de Chile. Podemos afirmar con satisfacción que Chile es el lugar más seguro para nacer en toda latinoámerica.

El aborto no representa ninguna mejoría para la mujer. Muy por el contrario, la instalación del aborto en la cultura no solo empobrece la capacidad de una nación para acoger a sus hijos, sino que daña gravemente la salud de la mujer al desencadenar síndromes post traumáticos, tanto físicos como psicológicos.  Lo que es peor aún, cuando estamos tratando de eliminar toda forma de violencia y discriminación contra la mujer, estos intentos por despenalizar el aborto son una nueva forma de violencia machista, ahora en lo más íntimo de su ser, promoviendo la discriminación en su condición materna y dando patente al varón para que se desentienda en su responsabilidad legal y moral como cocreador de la vida del hijo o hija por nacer.

Dides, también olvida los tratados internacionales firmados y vigentes (Pacto DDHH o de San José, la Convención de los Derechos del Niño) donde no sólo se consagra el derecho a la vida sino que se reconoce que ésta comienza en la fecundación.

Tales acuerdos internacionales recogen la certeza científica que la embriología nos entrega respecto al inicio de una nueva vida humana desde el estado primigenio y son concordantes con la piedra angular de los derechos humanos, tal es el derecho a la vida.

Dides afirma que «Son preguntas válidas si existe la libertad de pensamiento.»

Sin duda que sí. En una sociedad democrática es lícito y recomendable que las teorías y divagaciones de la autora sean no solo permitidas, sino que difundidas para que de la misma manera puedan ser rechazadas y adquieran la justa medida que les corresponde. Lo perjudicial es cuando asumen actitudes autoritarias e intentan imponerse como verdades a partir de ignorar los hechos y manipular los conceptos para confundirnos.

 

 

Deja una respuesta