El comunicador Muggeridge cautivado por el amor a Dios de la Madre Teresa de Calcuta

El próximo domingo 4 de septiembre, el Papa Francisco declarará santa a la Madre Teresa de Calcuta. Me ha parecido oportuno recordar que un célebre comunicador inglés, Malcom Muggeridge, al conocer y tratar a la Madre Teresa en la India encontró a Jesucristo, después de muchos años de búsqueda.

Hace varias décadas conocí a este reconocido periodista a través de sus artículos, ensayos y libros. Admiraba su claridad y valentía para exponer sus propias convicciones. Era un apasionado defensor de la dignidad de la persona humana. Recuerdo sus entrevistas en televisión sobre el tema del aborto. Sus argumentos en defensa de la vida del concebido todavía me siguen pareciendo contundentes.

Fue uno de los grandes defensores de la Encíclica Humanae Vitae del Papa Paulo VI, quien expuso de modo orgánico y sistemático las ideas centrales sobre la vida humana y el amor conyugal. Cuando, en 1968, el Romano Pontífice condenó el aborto y la píldora anticonceptiva, se armó un verdadero revuelo en muchos ambientes, inclusive en algunos círculos católicos. Mugggeridge dio la batalla en los medios de comunicación apoyando las ideas medulares de esta trascendental Encíclica.

Tenía una personalidad apasionada, decidida y con mucha energía, no obstante que ya era una persona de edad avanzada. En varias ocasiones, se unió a la Madre Teresa para hacer verdaderas campañas por la cultura de la vida y denunciando el relativismo de nuestra sociedad que tiende a despreciar la existencia humana, aprobando leyes que permiten el aborto, la eutanasia, el infanticidio, la experimentación con embriones humanos, etc. No dudó este comunicador inglés en llamarle “la cultura de la muerte” a esta nueva oleada de barbarie.

Pero personalmente desconocía sus antecedentes biográficos. En su juventud, Muggeridge fue agnóstico, socialista y ferviente partidario del “amor libre”. Vivió, durante ese período, una vida de desórdenes morales. Hasta que un día decidió poner punto final a su modo de proceder en materia sexual: “La felicidad –escribió- es un hermoso y ligero cervatillo. Cuando logras cazarlo, se convierte en una pobre presa desesperada y, después de morir, en un hediondo pedazo de carne”.

El 5 de enero de 1954 comenta que -mientras se rasuraba- le asaltó la idea de que, entre todas las cosas, lo que más debería de anhelar era tomarse en serio la vida cristiana. Pero sus progresos hacia esa fe de la que carecía, por bastantes años fueron tímidos y lentos. En 1967 grabó para la BBC de Londres La Vida de Cristo, filmada en Tierra Santa. La semilla de su inquietud por hacerse cristiano comenzó a desarrollarse.

En 1968, este periodista había dimitido a su cargo de Rector de la Universidad de Edimburgo por negarse a aceptar y justificar las protestas estudiantiles para la legalización de la droga LSD y diversos desórdenes sexuales entre los universitarios. Le pareció que eso atentaba contra los valores de la civilización occidental. “De continuar así –pensaba-, la sociedad moderna y liberal está socavando sus principios morales” y profetizó el inicio de su decadencia y degradación en los valores.

Pero un hecho definitivo para su vida fue su encuentro con la Madre Teresa de Calcuta en 1969. Muggeridge había obtenido permiso para rodar una película sobre “Las Misioneras de la Caridad”, la vida de su Fundadora y el trabajo ejemplar que realizan en favor de los más pobres en la India. Durante los cinco días que duró la filmación asistió a Misa, acompañando a la Madre Teresa y a las demás misioneras.

“La Madre Teresa –escribió en sus memorias- es en sí misma una conversión viviente; es imposible estar con ella, escucharla, observar lo que hace y cómo lo hace, sin sentirse en cierto modo convertido”. Finalmente, el 27 de noviembre de 1982, Malcolm Muggeridge y su esposa Kitty fueron recibidos en la Iglesia Católica. Él tenía cerca de ochenta años. El camino hacia la fe le llevó toda una larga vida de búsqueda. Se pasó su entera existencia “luchando contra Algo que sabía que acabaría apoderándose de él y lo cautivaría para siempre”.

Siempre manifestó una inmensa gratitud hacia la Madre Teresa de Calcuta, quien le había animado mucho a unirse a la Iglesia: “No se puede expresar con palabras la deuda que tengo con la Madre Teresa. Ella me ha enseñado una visión totalmente nueva de lo que significa ser cristiano, de la asombrosa fuerza del amor, y de cómo éste es capaz de brotar en un alma entregada hasta abarcar al mundo entero”. (1)

(1) Cfr. Joseph Pearce, Escritores Conversos, La inspiración espiritual en una época de incredulidad, Ediciones Palabra, Madrid, 2006. Págs. 475-498.

Deja una respuesta