No cabe duda que a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado a nuestras fechas, las mujeres han querido lograr igualdad con el hombre. Igualdad que en los 50´s era necesaria puesto que a las féminas no se nos permitía ni siquiera votar, sin embargo, en este nuevo milenio estamos dando cuenta de que la mujer sigue insistiendo en igualdad de oportunidades, aun cuando ya las tiene en gran parte del mundo.
En este sentido, dicha igualdad que se busca ahora pareciera que radica más en las tareas del hogar, así es, hay una “guerra de quehaceres hogareños” en ver quién hace más y quién hace menos. Existe la teoría que la mujer siempre hace más labor en la casa que el varón, y esto me atrevo a decir que es más que una teoría, es una realidad, no obstante según lo que podrán leer parece que la balanza se ha ido equilibrando y esa guerra podría irse transformando.
Se ha llegado a la era en que tanto hombres como mujeres trabajan en el mercado laboral la misma cantidad de horas y que aparte llegan a casa a continuar con labores no remunerados, que por lo que se sabe, por lo menos en lo que a México se refiere, la mujer realiza en mayor cantidad. Y esto último es fácil de medir, simplemente hay que preguntarle a un par de esposas y dirán que efectivamente realizan más labores hogareñas que su pareja. En este sentido, también muchas de ellas dicen que llegan ocasiones que sienten que se volverán locas, puesto que al llegar antes que el marido a casa tienen que bañar niños, darles de cenar, dormirlos y todo esto con la “hora cero” combatiéndolas y el reloj sin detener sus manecillas haciendo interminables las horas en que el esposo no llega. Aquí es cuando la mujer se dice a sí misma que “¿por qué tiene que hacer todo ella?”, cada minuto que transcurre se vuelve una eternidad aguardando la llegada de aquél hombre que aceptó que formaran juntos una familia.
Estos sentimientos los tienen muchas mujeres a nivel mundial, y la percepción es que es una realidad, los hombres han continuado con su trabajo en el mercado laboral pero la mujer a parte de incursionar en éste sector ha continuado con sus labores en el hogar, con la doble jornada. Para cuando llega el marido, ella está furiosa con él y están molestos mientras acuestan a los niños (si es que llegó a tiempo para ayudar).
Resulta que todo lo anterior, y ahora me voy a abocar a estudios realizados en Estados Unidos, (cabe destacar que los países en vías de desarrollo como el nuestro lo que hacen es seguir los modelos de los desarrollados como el país vecino del norte) no es del todo real, es una percepción pero según los números no hay inequidad en esta doble y a veces triple jornada. Puesto que cuando la mujer comenzó a entrar a trabajar en forma en los años 70 parecía lógico que en algún momento se dividirían el gasto en un 50-50 así como los quehaceres del hogar. Al respecto, Gary Becker, premio Nobel de Economía de la Universidad de Chicago con su teoría “Distribución del tiempo”, predijo que sucedería.
Y me dirán que para los mortales como su servidora, no parece que esto esté sucediendo, se percibe más bien que cada vez que una mujer entra al mercado laboral con mucho esfuerzo, su siguiente reto es lograr que su marido comience a aprender a ayudar en el hogar y con los hijos (aunque hay sus afortunadas excepciones), lo cual ha llevado a acaloradas discusiones. En pocas palabras, el feminismo se convirtió en un movimiento que le trajo a la mujer más trabajo. La frustración de no haber podido participar en la vida política, social y económica se ha convertido en la frustración de la mujer que se queja por su salario.
En este mismo orden de ideas, en una encuesta realizada por el Centro de Investigación Pew 62% de las mujeres casadas dijeron estar compartiendo las tareas del hogar, lo que consideraron el tercer ingrediente más relevante de un matrimonio después de la fidelidad y el sexo. Ahora que ha transcurrido la primera década del nuevo milenio, posiblemente les sorprenda lo que a continuación leerán pero en la U.S. Bureau of Labor Statistics, hombres y mujeres sin hijos, casados trabajando tiempo completo (35 horas a la semana) han combinado su doble jornada de manera equitativa: Hombres 8hr. 11 min y las mujeres 8hr. 3 min. Y para aquellos que tienen hijos menores de 18 años, las mujeres que están empleadas tiempo completo realizan so lamente 20 minutos más del trabajo tanto remunerado como del no remunerado monetariamente.
Lo que finalmente, sin el afán de aburrir, quiere decir que las encuestas han desmentido a las creencias que la mayoría tenemos y afirman que la mujer y el hombre han logrado cumplir con la teoría de Becker. ¿Pero esto es acaso de aplaudirse? ¿Es una razón para felicitarnos a las mujeres? Personalmente no pienso que sea motivo de celebración, el hecho que las parejas trabajen la misma cantidad de horas, se dividan el gasto y en el hogar se ayuden con los hijos y quehaceres, no quiere decir que sea esto lo mejor para las familias. A saber, resulta que si en promedio una pareja casada trabaja 35 hrs. semanales y luego llega a casa a seguir “trabajando” con los hijos, limpieza y demás, ¿a qué hora le queda a la familia para convivir, a qué hora comen en familia, a qué hora hay comunicación?
El análisis que ustedes pueden encontrar más a fondo en el U.S. Bureau of Labor Statistics, aplaude algo que no es muy conveniente para la sociedad. Este hecho ha sido gran responsable de la desintegración familiar. Parejas que se desgastan por lograr vacaciones lujosas, coches que no pueden pagar, casas que no corresponden a su estatus social, y todo con tal de vivir ese “sueño americano” que el mundo entero quiere adoptar. Un “sueño” finalmente que evidencia que lo material no sacia necesidades espirituales, sino que las acrecienta, y desintegra el hogar.
Definitivamente es un gran logro que la mujer haya reivindicado su posición en la vida, sin embargo, la balanza a pesar de que parezca se ha logrado equilibrar, es importante notar que tiene un claro desequilibrio y éste radica en la avaricia, el poder y el olvido de que los hijos y el matrimonio se alimentan con tiempo, dedicación y amor. Y si esas energías que se requieren para lograrlo se derrochan empleándolas en cosas banales, nuestro México verá cómo se desmoronan cada vez más los hogares y se incrementa la taza de jefas de familia, de madres “orgullosamente” solteras. Eso sí, bien poderosas pero solas y con hijos sedientos de cariño y tiempo de calidad.
Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.
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