Para que un acto humano sea éticamente correcto, deben tanto las circunstancias, como los medios y el fin ser adecuados, es decir, deben de ser de acuerdo a la naturaleza ontológica de la persona humana. Si alguno de estos elementos del acto humano es contrario a esa verdad, entonces se cae en relativismo ético. Siendo así, una persona relativa es subjetiva, es pragmática, liberalista y se centra en las circunstancias. Cabe destacar que abocarse solamente en el “depende” conlleva a actos maquiavélicos que en palabras coloquiales se puede traducir en “el fin justifica los medios”.
Al respecto, es lamentable notar que el mundo en la actualidad parece situarse precisamente en este último, “mientras logre yo mis objetivos, lo demás da igual” y dicho pensamiento extrínseco, olvida la dignidad humana o la recuerda solamente cuando es conveniente, lo que se llama reduccionismo antropológico. Reducimos al ser humano a un objeto manipulable, lo convertimos en medio para lograr fines particulares.
Recientemente, una alumna de la licenciatura me comentaba en uno de sus trabajos que “el ser humano estaba hecho para amarse y que las cosas para usarse, pero que tristemente hoy día el ser humano está hecho para usarse y las cosas para amarse”, frase que encierra de manera casi perfecta lo que una persona relativista es.
No obstante, viendo que el mundo se desmorona en consensos, por la incapacidad de emitir juicios éticos verdaderos sobre realidades complejas como es el inicio de la vida humana, Costa Rica, un país pequeño pero coherente ha sido acusado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por un grupo de familias que consideran que la prohibición de la Fecundación In Vitro (FIV), establecida por la Sala Constitucional en el año 2000 de dicho país, viola sus derechos a la privacidad, igualdad y a formar una familia. Sin embargo, la Procuradora tica argumentó que “mientras la técnica atente en contra del derecho a la vida no puede ser permitida en Costa Rica”.
Cabe destacar, que Costa Rica es distinguida en el mundo por procurar una intensa protección al derecho a la vida, lo que hace que la FIV sea deshonesta para con el derecho a la vida de los embriones. Hecho que nos da un ejemplo de integridad y congruencia. No se puede ser circunstancial para beneficio personal, no podemos argumentar que como no se tiene el don de dar vida entonces el “fin justifica los medios”. Es más en ejemplos más tangibles, podemos notar que una persona que vive en pobreza puede llegar a pedir que se le exima de sanciones en caso de que robe, puesto que es injusto que viva con hambre. Lo mismo podemos aplicarlo para aquellos que consumen piratería porque “justifican” que las películas o canciones originales son muy caras.
En este sentido, hay quienes dicen que si robas o si compras piratería, pues “estás en tu derecho a decidir” pero te atienes a la consecuencias. Lo que ciertamente es una verdad absoluta, sin embargo, se relativiza este hecho ante algo que por ser recurrente ahora es “normal”, como la FIV y se considera un “derecho humano” porque si unos pueden concebir ¿por qué yo no?” suponiendo que aquí no hay consecuencias. Falazmente hemos podido dar cuenta que sí hay consecuencias y peor aún, son secuelas que recaen en los más vulnerables, los embriones manipulados, seleccionados, congelados y objetivizados. Los seres humanos más indefensos que pagan por conductas de dominio, de soberbia que han llevado a la humanidad a querer lograr alcanzar sin Dios lo que Dios ha prometido darnos libremente: la felicidad eterna (Tomás de Aquino).
Costa Rica es un ejemplo a seguir, nos da una cátedra de integridad ética, de coherencia de vida y sobre todo nos enseña que la vida humana no puede ser intervenida o manipulada sin ninguna concesión. Por ello en nuestro país, México, deberían de existir tanto en la Cámara Alta como en la Baja Comisiones de Bioética para que se decida en favor del bien superior de la especie humana, sin caer en relativismos que en la mayoría de las veces, son movidos por intereses económicos.
Y para no quedarnos atrás.
Los comités de bioética surgen de la necesidad de atender y revisar las prácticas del personal médico y sanitario, con la finalidad de disminuir errores y abusos cometidos. Son en pocas palabras lo que dice José Enrique Gómez Álvarez y Martha Tarasco Michel del Instituto de Humanismo de Ciencias de la Salud de la Universidad Anáhuac, una “conciencia ética”. Por ello, no solamente en los hospitales deben de existir estos comités, sino que los hacedores de políticas públicas deben de empaparse de esta disciplina, para que en un futuro no se nos reclamen las arbitrariedades e injusticias cometidas a la sociedad mexicana.
Nos leemos la semana que entra para no quedarnos atrás y ver hacia delante.
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