«La amistad es tan verdadera y tan vital que en el mundo no se puede desear nada más santo y ventajoso». San Agustín de Hipona
Solemos profundizar el trato con aquellos con los que somos afines en pensamiento, gustos o comportamiento. Aunque no es una regla, la adolescencia y juventud es la etapa en la que se cultivan amistades duraderas. Dependiendo las circunstancias podemos experimentar cambios en los que también las relaciones personales se ven afectadas. Las conversaciones en las que se intercambian ideas, pensamientos y confidencias pueden enriquecernos o no; éstas pueden llegar a tener un peso que incline la balanza para bien o para mal en una situación determinada.
Hace poco un joven universitario y católico externaba su opinión en las redes sociales de que el aborto debe ser un “derecho de las mujeres”, aunado al “derecho a una vida sexual plena”. Se sorprenderían de ver cuántos hombres están embarrados por la ideología de género como la más radical de las feministas. Como es obvio, la castidad, la dignidad de la mujer y la defensa de la vida humana en el vientre materno, no son parte de sus principios y valores morales. El daño es todavía más grave y profundo porque, siendo católico esparce todo lo contrario a los valores cristianos.
Ahora bien, todo hombre que diga que la mujer tiene derecho a abortar y a vivir la sexualidad como le plazca, es porque tiene un problema intelectual serio o le conviene por su estilo de vida. En el primer caso no hay mucho qué hacer, debemos entender la deficiencia mental. En el segundo caso debemos ahondar un poco más:
Un hombre irresponsable, un hombre que defiende las relaciones sexuales como un derecho, siempre preferirá encontrar una mujer dispuesta a ser usada, antes que encontrar a una mujer que conoce su valía y su dignidad. Es lógico que defienda el asesinato en el vientre materno: al no amar a la mujer con la que se involucra y que además usa, tampoco querrá al bebé que engendre con ella.
Es fácil mantener la guardia cuando un mal consejo viene de un extraño. Se hace más difícil estar alerta cuando el mal consejo viene de un «buen amigo». Solo una mediana formación o sentido común podría presentar resistencia. Sin embargo en adolescentes y jóvenes cuyos padres no les han formado, esto es casi imposible. Muchos van por la vida creyendo que el maltrato hacia los demás radica en los golpes o en las agresiones verbales; no pueden ver que sus propios “amigos” y sus consejos laxos les han hecho daño en su vida. (Los malos consejos, desde luego, pueden venir tanto de hombres como mujeres).
Se han preguntado ¿Cuántos malos consejos a lo largo de su vida recibió de sus amigos respecto a cuestiones tan delicadas como su dignidad y el respeto a la vida humana? ¿Cuántas veces al estar pésimamente formados se puede ser piedra de tropiezo para otros? El tema del aborto y de la relación sexual es solo un ejemplo, hurgue un poco más y si reconoce otras fallas entonces corrija y exhorte a sus amigos a promover y defender lo que es bello, bueno y verdadero.
En las relaciones humanas cotidianas es difícil tener y ser amigos; nuestra imperfección nos lleva a cometer frecuentemente errores, pero siempre podemos corregir el camino, nunca es tarde. La amistad verdadera implica real interés en el bienestar del otro en todos los sentidos: material, físico, moral y espiritual. Con el paso del tiempo aprendemos -no sin cierto dolor- que pocos merecen el título de amigos y que no todo puede ser llamado amistad…
“La Iglesia pide a sus hijos que piensen duro y piensen limpio. Luego, les pide que hagan dos cosas con sus pensamientos. Primero, les pide que exterioricen esos pensamientos en el mundo concreto de la economía, el gobierno, el comercio y la educación, y que por la exteriorización de la belleza, limpien los pensamientos para producir una civilización bella y limpia. La Iglesia no sólo pide a sus hijos exteriorizar sus pensamientos y así producir cultura, sino también interiorizar sus pensamientos y así producir espiritualidad”. Mons. Fulton Sheen
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