“Algunos sueños viven en el tiempo para siempre, esos sueños los deseas con todo tu corazón” (“Reach” Gloria Estefan)
Después de que el mundo hubiera presenciado en Paris 2024 la peor ceremonia de inauguración de unos Juegos Olímpicos, tanto por su corte vulgar y decadente, como nauseabundo y satánico, y además, tener que soportar las opiniones de varios medios que la catalogaron como la mejor de la historia; es menester un recordatorio de lo que es el verdadero espectáculo propio de una justa mundial tan importante. Quizá la presente generación se haya deslumbrado con los bailes y desfiles de burdel, con la interpretación de las cantantes Lady Gaga y Celine Dion o por haber sido organizado por vez primera afuera de un estadio. Pero para poner las cosas en su justa dimensión, en cuanto a la organización se refiere, sólo dos ediciones han sido el parteaguas: México 1968 y Pekín 2008. Ambas Olimpiadas encontraron obstáculos a su designación como anfitriones, (sea por considerar a uno del tercer mundo y al otro, comunista), así que su trabajo en la organización fue verdaderamente descomunal, cada uno en su tiempo.
Los Juegos Olímpicos de México 1968 fueron duramente criticados previo a la inauguración pues consideraban que nuestro país además de indigno, era incapaz de organizar unos juegos de esa envergadura; dijeron incluso que la altura de la Ciudad de México afectaría el desarrollo de los deportistas y ningún record podría romperse. Pero México realizó una verdadera epopeya: llevó a cabo olimpiadas culturales a la par de los juegos; fueron los primeros en ser transmitidos en vivo a todo el mundo. Por primera vez se utilizaron sistemas electrónicos para calificar a los deportes en lugar de hacerlo de manera manual. Por primera vez se corrieron los 100 metros en menos de 10 segundos. Por primera vez se utilizó una pista sintética de tartán. En salto de altura, Dick Fosbury ganó no sólo el oro sino que cambió la forma de saltar para siempre con su técnica asombrosa de saltar de espaldas al listón. Se impuso record mundial y olímpico de salto de longitud por Bom Beamon con su 8.90 metros superando por más de medio metro el record anterior, Beamon destrozó la prueba y al día de hoy mantiene el record olímpico. Se romperían en México, 76 records olímpicos y 30 records mundiales. México demostró que podía organizar un evento de esa magnitud y más si así le hubiesen requerido.
En el caso de Pekín 2008, el país asiático daría una muestra contundente de organización, aquello fue un despliegue de tecnología, creatividad increíble. Cientos de hombres tocando tambores, gritando en una sincronía perfecta. Un pergamino gigante y luminoso que hacía alegoría a la invención del papel, proyectando múltiples y preciosas imágenes. Se mostró después, bloques de imprenta para simbolizar su caligrafía acompañados de sonido de tambores. Como no podía ser menos, se mostraron marionetas en alusión a la Opera de Pekín. Apareció enseguida un mapa de la Ruta de la Seda y los viajes de la flota Zheng He. Se rememoró también a la dinastía Tang que sería la época dorada de la cultura china, caracterizada por reformas, avance y prosperidad. Así mismo dieron una muestra masiva de su arte marcial milenaria, el Tai Chi. Y previo al desfile de naciones, el espectáculo culmina con la aparición de un enorme globo terráqueo en el que Sara Brigthman y Liu Han interpretarían el tema de la olimpiada “You and me” al tiempo en que, decenas de personas bailaban vistiendo trajes típicos. China le mostraría orgullosa al mundo su cultura y poderío tecnológico. Me atrevo a decir que nadie jamás ha hecho esto con tanta contundencia.
Y aquí llega uno de los mejores puntos a valorar en el espectáculo de una Olimpiada: la interpretación de los cantantes invitados. Barcelona 1992, presentó a Placido Domingo, el dueto compuesto por Sara Brightman y José Carreras fue un gran impacto mediático. Para el centenario de las Olimpiadas modernas, Atlanta contaría con Celine Dion, Gloria Estefan, Stevie Wonder. Sidney 2000 tendría a la cantante Tina Arena y Kylie Minogue. Atenas 2004 no se quedaría atrás con Bjork. Turín 2006 contaría con las maravillosas voces de Luciano Pavarotti y Andrea Bocelli. Pekín 2008 con Sara Brightman y Liu Han. Londres 2012 echaría la casa por la ventana pues contaría con un cúmulo de estrellas, lo más emblemático de su país: Paul McCartney, George Michael, Ed Sheeran, las Spice Girls, Oasis, Take That. Para 2016, Río de Janeiro nos ofrecería un espectáculo con Jorge Ben Jor y su “País Tropical”.
Londres tuvo a sus mejores figuras de la música, Barcelona y Turín presentó cantantes de ópera, pero –aunque me envíen al Gulag- diré que todas esas figuras y sus voces no se compararían jamás con la actuación de Gloria Estefan en la Clausura de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, vistiendo un sencillo vestido color blanco, rodeada del Coro del Morehouse College. Sin aspavientos, ni actos vulgares, Gloria Estefan nos regalaría la interpretación más maravillosa con el tema oficial “Reach” del que ella es coautora junto a Diane Warren. El tema habla sobre superar los tiempos difíciles volviéndonos más fuertes, habla sobre los momentos que merecen ser recordados. Una maravillosa composición coronada con la impecable y melódica voz de Gloria Estefan junto a las imponentes voces del coro de góspel; el sonido de tambores le daría un final apoteósico, convirtiéndolo en un himno inspirador. El epitome de lo que el tema oficial de una Olimpiada y su interpretación en vivo deberían ser siempre.
Los organizadores pueden contratar al mayor monstruo musical del momento o de décadas recientes, pero ni Paul Mc Cartney, ni Pavarotti interpretaron un tema especial para las Olimpiadas; Celine DIon y Sara Brightman interpretaron temas entre dulces o sosos; y ninguno de ellos interpretó un tema que reflejase el llamado espíritu deportivo de lucha y anhelo tan fielmente y que además fuese adoptado por cualquiera. El sello de elegancia musical muy propio de Gloria Estefan sumado a la gran composición, llevaría a “Reach” a una nominación a los premios Grammy en 1997, incluyéndose en el álbum “Destiny” de la cantante. El centenario de los Juegos Olímpicos de la era moderna tendría sin duda, la mejor canción que se haya escrito jamás.
Bien, cada sede de los Juegos Olímpicos ha ofrecido lo que tenía, México, Pekín y Atlanta lo hicieron; cada uno en lo suyo. Así que, cuando nos sintamos inclinados a alabar la organización y espectáculo dantesco como el ofrecido en París 2024, no hay más que mirar hacia atrás para ver lo que otras naciones lograron con muchísimo más obstáculos, menos recursos, más inteligencia, menos ideología y por supuesto, más talento. Sólo así podremos decir que algunos eventos merecen ser sepultados por la vergüenza de tan inmundo espectáculo y otros, como lo dijera la canción de Gloria Estefan:
“Algunos momentos merecen ser recordados, esos días nos elevamos por encima de las estrellas”…
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