Paris 2024: La blasfemia, impronta de la Revolución de 1789

«Para amar a Francia hoy, es necesario odiar en lo que se ha convertido.» Charles Maurras

La Ceremonia de Inauguración de los Juegos Olímpicos Paris 2024 ha sido catalogada como la mejor de la historia, irrepetible. Se llevó a cabo por primera vez, afuera de un estadio, las delegaciones recorrieron el Río Sena, intercalando la transmisión con diferentes espacios dedicados a la cultura, al deporte, circo, danza y música. Sin duda el evento no tuvo parangón: jamás una justa mundial había llevado a cabo lo que atestiguamos: un espectáculo beligerante, vulgar y blasfemo. El evento fue cuidadosamente planeado, cargado de simbolismo anticristiano que nos fue mostrado desde el inicio al tener como mascota el gorro frigio (usado durante la Revolución Francesa) y más tarde, en las diferentes etapas, especialmente cuando se anunció: Liberté, Égalité, Fraternité, Sororité.

  1. El espectáculo beligerante, vulgar y blasfemo.

Éstas hicieron alusión a la Revolución Francesa, la degradación moral y el ataque constante a la civilización cristiana y la blasfemia. Así que en un momento dado, apareció la reina María Antonieta decapitada y sosteniendo su propia cabeza, cantando la canción “Ah ca ira” que solían cantar los revolucionarios franceses, interpretada por el grupo metalero Gojira, desde el recinto que fue la prisión de la reina católica, antes de su decapitación. Francia, considerada la hija primogénita de la Iglesia Católica, se rebeló contra Dios al estallar la Revolución; la diosa razón habría de erigirse sobre el primer genocidio de la era moderna: el genocidio de La Vendée, región que se alzó, llamándose a sí mismos Ejército del Sagrado Corazón de Jesús, siempre portando un detente. La Revolución arrasó con aquella región. La Iglesia sufrió la mayor de las persecuciones hasta entonces conocida pues asesinaron sacerdotes, monjas, masacrando a todo aquel que se opusiera. La Revolución Francesa que asesinó a su rey y persiguió a la Iglesia, terminó con la unión del trono y el altar.

El espectáculo continúa, se interpreta “El amor es un pájaro rebelde”. Aparecen dos hombres y una mujer que estando en una biblioteca, corren para encerrarse en una habitación en medio de caricias mientras se alcanza a ver el título de un libro “El triunfo del amor”, en una clara alusión a las relaciones homosexuales, al poliamor, la degradación moral, de lo cual “nadie debería opinar”, so pena de enfrentarse al escarnio público. Después, se presenta a mujeres consideradas “ilustres” desde el punto de vista de la Francia moderna, entre las que destaca Simone Veil de ascendencia judía que siendo magistrada presentó el proyecto de ley que despenalizó el aborto en aquel país en 1975. Maurice Callet, reveló que la “Ley Veil” del aborto fue redactada en las logias masónicas y ella tenía como consejero a Pierre Simon, Gran Maestre de la Gran Logia de Francia. Está claro que esta mujer no podía faltar en el desfile.

Llegamos al punto culminante del evento: un desfile interminable de hombres vestidos de mujer, bailando y haciendo poses y movimientos extravagantes sobre lo que después sería la mesa donde hicieron una representación en parodia de la última Cena, enfocando en el centro una mujer “obesa, judía, lesbiana y orgullosa” como se calificó a sí misma Barbara Butch; a su alrededor, drag queens, acompañados por una niña. Acto seguido, es presentado como platillo principal un hombre casi desnudo. Todos los presentes se abrazan de manera sensual, la niña es tomada por un adulto, es decir, la corrupción de las almas más inocentes, no hay límites, nadie está a salvo. El espacio concluye con la interpretación de la canción “Imagina” de John Lennon que hace alusión a un mundo sin orden, sin patria, sin propiedad privada, sin religión y por supuesto, sin Dios.

  1. La Blasfemia

Muchos no advierten la blasfemia o bien, la minimizan “nada grave por lo cual desgarrarse las vestiduras”. Asumo que esto puede deberse a tres motivos: el primero, por ignorancia vencible, causada por falta de formación y orientación debida; el segundo, por indiferencia a Dios y a las cosas sagradas, causada por el alejamiento de la Iglesia y el tercero por dolo, es decir que sabiendo la gravedad del acto, decide callar por respetos humanos. En todas hay responsabilidad, pero la última es sin duda la más grave. Lo sucedido en Paris es la oportunidad para que el católico restaure el orden moral, el cual se refiere al honor de Dios. Así que, para comprender lo grave que es la blasfemia hemos de recordar que durante la última Cena, Jesucristo instituyó el sacramento del Orden sacerdotal después de la institución de la Sagrada Eucaristía, cuando dijo a los apóstoles “haced esto en memoria mía”. Institución de dos sacramentos.

La blasfemia consiste en decir palabras o hacer gestos injuriosos contra Dios, la Virgen María, los santos o la Iglesia. La blasfemia atenta contra el segundo mandamiento de la ley de Dios que se cumple honrando su nombre y todo lo que a Él haga referencia; no importa si el que la profiere es o no católico. La blasfemia es por naturaleza, un pecado mortal, solo la inadvertencia podría disminuir su gravedad. El Doctor Angélico lo manifiesta así: “Puesto que la blasfemia viola el honor divino, es un pecado más grave que el homicidio”.

Llama la atención particularmente que un tema como la blasfemia aparecía en libros de teología moral y doctrina cristiana de hace apenas unas décadas, libros diseñados para alumnos de preparatoria y universidad; hoy en día aparecen teólogos por doquier que se sorprenden de lo que juzgan rígido, cuando es algo que deberían saber y enseñar. Significa que los católicos ya no leemos y que nuestra formación es muy exigua. “No te culpo por tu involuntaria ignorancia, sino porque aún hasta estas alturas no te has preguntado sobre lo que no sabes” San Agustín de Hipona.

  • Reacción del católico

El católico esta en el deber de señalar la blasfemia y hacer actos de reparación al Sagrado Corazón de Jesús. Tiene el deber también de advertir a aquel que la ha cometido, manifestando su gravedad, buscando su arrepentimiento y conversión. Por tanto, cuando dejamos de señalar la blasfemia, permitimos que la burla a Dios continué, juzgándola como un mal menor (un juicio claramente errado) cuando lo que debemos hacer es combatirla. Hemos de poner la otra mejilla cuando nos ofenden a nosotros, con los enemigos personales; en cuanto a los asuntos de Dios se le debe defender públicamente. Si no comprendemos lo grave de la blasfemia, jamás haremos actos de reparación:

Santo Tomás de Aquino lo dejaba claro: «Si soportar las injurias que nos alcanzan personalmente (y respetar a las personas que lo profieren) es un acto virtuoso, soportar las que atañen a Dios es el colmo de la impiedad». La respuesta del Vaticano, dada después de una semana (y mucha presión), ha sido de una naturaleza por demás tibia, haciendo lo posible por no incomodar a nadie, el colmo de la impiedad. Laicos mencionando el no “victimizarnos” y seguir de largo. ¿Dios es misericordioso? Sí, pero también es un justo juez; empeñarse en buscar solo la misericordia sin su justicia es un yerro. Francia es hoy la nación que combate a Dios en todos sus frentes: vomita su blasfemia, se mofa de los sacerdotes y de la civilización occidental construida por la Iglesia Católica, atenta contra la vida del ser humano desde el vientre materno hasta la muerte natural, transgrede los límites éticos y promueve los mayores desordenes morales. Todo ha quedado plasmado.

En alguna ocasión leí un texto que hacía alusión a las oraciones que se realizaban desde hace siglos en los monasterios para reparar las ofensas que Dios habría de recibir en los siglos venideros. ¿Qué tan grave tendrían que ser los pecados y blasfemias de nuestro tiempo para que se hiciera reparación por ellos desde siglos atrás? La inauguración de los JJOO en París lo deja claro, así como todos los desórdenes de las costumbres que promueve Francia; desórdenes por los que Sodoma y Gomorra palidecerían. Sí, cada detalle del evento fue cuidadosamente planeado, lleva la impronta de la Revolución luciferina de 1789 y todas las consecuencias que de ella emanaron. Que Francia pagará con creces por su rebelión contra Dios, es un hecho, hemos de pedir que la hija primogénita deje de ofender a su Madre y vuelva sus ojos a Dios.

Hemos de procurar no seguir su destino, restaurando el honor de Dios, so pena de que se nos recrimine: “Sois como perros que no habéis ladrado jamás” …

Deja una respuesta