Uno de los aspectos que más me preocupa como profesor universitario es la escasa, por no decir casi nula formación histórica que poseen la gran mayoría de los estudiantes, al punto que no son capaces de identificar sus grandes procesos ni menos aún ubicarlos en el tiempo.
Así, y por poner un ejemplo, el fenómeno de la Guerra Fría les es prácticamente desconocido, siendo que terminó poco antes que nacieran y que no es posible comprender la historia del siglo XX al margen de ella. Sin embargo, es casi como si no hubiera existido y al preguntarles por la misma, su respuesta se parece mucho a un encefalograma plano.
Obviamente ellos no son los culpables, o al menos los principales responsables de este lamentable fenómeno, aunque también es cierto que con un poco más de inquietud de su parte se podría haber hecho algo a este respecto. Sin embargo, no deja de ser inquietante la notable vulnerabilidad e incluso la completa indefensión que conlleva esta situación.
En efecto, un sujeto que no posee los mínimos conocimientos históricos (de historia verdadera, no la tendenciosa) tanto de su país como del mundo, es una presa fácil de las ideologías de turno, que pueden convencerlo de casi todo lo que dicen sin mucha dificultad. Ello, puesto que al no tener con qué contrastar esa información, no solo está imposibilitado para saber si es cierta o no, sino que probablemente la adoptará como verdadera, al no poseer conocimientos basales previos. Y desde esa base falsa, construirá su visión del mundo, deformada naturalmente, como no podía dejar de ser.
En consecuencia, la persona puede terminar dominada en lo más íntimo de sí: en sus pensamientos y como consecuencia de ello, en lo que siente y quiere. ¿Qué necesidad existe ya de dominarlo por la fuerza? Ella misma participa de dicha dominación sin darse cuenta y lo que es peor, cree que es libre.
Desde esta perspectiva, pues, ¿con qué fundamento se le criticarán muchas de sus acciones si no existió la suficiente preocupación de las familias, de las entidades educativas, de la sociedad civil y del Estado por evitar esta inanición cultural? No vengamos a quejarnos luego de lo que pueda ocurrir, pues a fin de cuentas, existen muchas conductas que son difícilmente exigibles para un sujeto que no posee conocimientos básicos, siendo por ello, tal vez más víctima él mismo que las que pudiera ocasionar su modo de proceder.
Es por eso que el rol que tienen la historia y en general las humanidades en las entidades educativas resulta esencial, porque sin ellas no pueden formarse verdaderas personas sino títeres, que más tarde o temprano tendrán un rol protagónico en el país.
Max Silva Abbott Doctor en Derecho Profesor de Filosofía del Derecho Universidad San Sebastián
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