Me parece que la fortaleza es una de las virtudes más importantes en la formación de la personalidad de los hijos dentro del hogar. Por eso se le llama virtud cardinal junto con la prudencia, la justicia y la templanza.
Es fuerte, en primer lugar, el que persevera en conseguir un bien arduo o difícil. Como esos alpinistas que observamos que suben elevadas montañas y no corren, sino que llevan un paso constante, cuidando el ritmo respiratorio. Ya les podrá llover, nevar, o tal vez se enfrenten a una ventisca fuerte, pero ellos continúan avanzando a pesar de las dificultades.
También, un aspecto poco llamativo de la fortaleza (porque habitualmente no se percibe por los sentidos), pero que en muchas ocasiones reviste una enorme importancia es la lucha personal contra los defectos del propio carácter.
De mismo modo, existe la superficial idea de que fortaleza es igual a “hombre dotado de vigor físico”, una especie de Superman, que acomete y se enfrenta al enemigo con valor.
Sí, es un aspecto importante de esta virtud, Pero la otra cara escondida, y en ocasiones más valiosa, es la capacidad para soportar las pruebas, las contradicciones. Por ejemplo, el saber llevar bien una pequeña enfermedad –sin quejas- y ofrecerla a Dios; el vencer la pereza; el atreverse a derrotar las tentaciones que intentan hacernos girar en la órbita del “yo”; el trabajar con diligencia y eficacia aunque no se tengan ganas; no desanimarse ante un fracaso más o menos relevante; el que tiene un detalle de servicio con un familiar aunque ese día se encuentre un poco cansado o cargado de actividades, etc.
En estos aspectos se puede ayudar mucho a los hijos para que mejoren. Anoto algunos ejemplos:
1. Animarles que se levanten a la hora que suena el despertador, y no, 15 ó 30 minutos después; 2. El ser diligente y darse prisa para llegar a tiempo a clase; 3. El no darle importancia a un pequeño resfriado. En vez de quedarse en cama, hacer el esfuerzo de cumplir con los deberes escolares y funcionar con normalidad durante el día; 4. El decir que “no” a la pereza, cuando se tiene que cumplir con una tarea o un encargo; 5. El soportar con buen ánimo una pequeña incomodidad: el frío o el calor, un embotellamiento vial; una lluvia inesperada que obliga a cambiar de planes, etc. 6. El vencer un pequeño defecto, como hablar demasiado o ser habitualmente desordenado para trabajar o estudiar; 7. El acomedirse con espíritu de servicio para ayudar en las tareas ordinarias del hogar; 8. El mantener el buen ánimo si no se obtuvo la calificación esperada en una materia y poner soluciones prácticas para mejorar en ese punto específico; 9. El llevar con alegría una pequeña humillación como haber perdido en una competición deportiva, de oratoria o natación, cuando el hijo pensaba que sería el seguro ganador. 10. El ser paciente y comprensivo con los pequeños defectos de los otros hermanos.
Quizá algún lector podría pensar que son cosas pequeñas. Pero en el negarse o superar un detalle y otro –de forma continúa-, se irá logrando que los hijos templen el carácter, la fuerza de voluntad y, en definitiva, que crezcan en la virtud de la fortaleza.
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