“La Iglesia es intolerante en los principios porque cree; pero es tolerante en la práctica porque ama. Los enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen; pero son intolerantes en la práctica porque no aman”. Reginald Garrigou-Lagrange O.P.
Lo que anteriormente eran palabras del mundo, los últimos años se han vuelto palabras en boca de católicos, especialmente de quienes deberían estar más preparados. Bien, suele afirmarse con bastante vehemencia incluso, que mientras seamos buenas personas será suficiente para salvarnos, que no importa en cual religión nos encontremos podremos llegar a Dios. Es imperativo, en tales casos, recordar esto: Extra Ecclesiam Nulla Salus (Fuera de la Iglesia no hay salvación). Sostener lo contrario sería tanto como afirmar que Jesucristo al fundar la Iglesia hizo una obra completamente inútil; decir que todas las religiones son buenas es un absurdo manifiesto, puesto que dos creencias opuestas no pueden ser a la vez verdaderas. Así como nadie se salvó fuera del arca de Noé, así también nadie se salva fuera del arca de salvación que es la Iglesia de Jesucristo.
A este respecto podemos afirmar que la tolerancia dogmática que se difunde férreamente en el mundo actual, enseña que es necesario tolerar todas las religiones, predica la indiferencia religiosa y deja a cada uno en libertad de practicar el culto que desee, como si todas las religiones fuesen igualmente buenas o por lo menos indiferentes. Esta tolerancia se conoce también como indiferentismo religioso en el que subyace un principio burdo e insultante: que “aunque el culto católico, el protestante, el judaico, el mahometano sean opuestos entre sí; aunque unos adoren a Jesucristo y otros le blasfemen, lo que unos llamen crimen, otros le llamen virtud, los que veneran a la Santísima Virgen y otros le escupen, a pesar de ello, todos son igualmente verdaderos, igualmente buenos e igualmente agradables a Dios”. Lo anterior es la negación implícita de toda verdad religiosa. Por tanto, la tolerancia dogmática es falsa.
Por el contrario, la intolerancia dogmática enseña la obligación de una sola religión verdadera y como no hay más que un solo Dios, no hay más que una sola religión verdadera para honrarlo y esta religión obliga a todo el género humano. Es la doctrina de la Iglesia contenida en la fórmula: Extra Ecclesiam Nulla Salus. La intolerancia dogmática de la Iglesia es la intolerancia de la Verdad. Sin embargo, dicha fórmula debe entenderse en su verdadero sentido, no significa: Cualquiera que no sea católico, será condenado; no, quiere decir que siendo la religión católica obligatoria para la universalidad de los hombres, el que rehúse aprender su doctrina o abrazarla cuando la ha conocido suficientemente, se hace culpable a los ojos de Dios. En otras palabras: ningún hombre puede salvarse si permanece fuera de la Iglesia por su culpa, o bien si no pertenece ni al cuerpo ni al alma de la Iglesia.
Sin la incorporación a Cristo –la cual se produce en el bautismo- nadie puede salvarse ya que Cristo es el único camino de vida eterna, sólo Él es el Salvador de los hombres. No obstante, sólo puede suplirse en casos extraordinarios cuando sin culpa propia no se puede recibir el bautismo de agua: el bautismo de deseo (contrición y caridad perfecta) y el bautismo de sangre (martirio). Pertenecer al cuerpo de la Iglesia quiere decir ser miembro de la Iglesia católica; los que pertenecen solamente al alma de la Iglesia son los paganos, por ejemplo, si observan de buena fe la Ley de Dios en la forma que la conoce. Aquel que ha conocido la revelación cristiana, el deseo de recibir el bautismo ha de ser explícito (catecúmeno). Por el contrario, el que no tenga noticia del sacramento (pagano o infiel), basta el deseo implícito. Un pagano puede pertenecer al alma de la Iglesia porque suponiendo que observe la ley natural, la Providencia y la gracia de Dios no pueden faltarle, y mediante la fe en un Dios remunerador y redentor, será al menos conducido al bautismo de deseo que le procurará la justificación, de este modo perteneciendo al alma de la Iglesia, obtendrá la salud. Hallamos también el bautismo de sangre que es el martirio de una persona que no ha recibido el bautismo, es decir, soportar pacientemente la muerte violenta por haber confesado la fe cristiana o practicado la virtud cristiana.
Nótese que el pagano jamás puede pertenecer al alma de la Iglesia permaneciendo en el error y adorando a sus dioses, sino por observar la ley natural, por el anhelo implícito de recibir el bautismo, deseo que va unido a la contrición perfecta. Se pertenece a la Iglesia Católica por bautismo de agua, bautismo de deseo o bautismo de sangre. De esta forma, la misericordia infinita de Dios ha puesto la salvación eterna al alcance real de todos los hombres, luego entonces, es un error grave afirmar que todas las religiones son caminos para llegar a Dios. La salvación en los casos de ignorancia invencible no se encuentra a través de otras iglesias, sino a través de la Iglesia Católica, como canal de la gracia. La intolerancia dogmática tiene como objetivo la Salvación de las almas y cuando esto nos parezca radical, recordemos la anécdota de Enrique IV de Francia, príncipe calvinista, en un principio, queriendo convertirse al catolicismo, dijo a los ministros de su secta: “Según vosotros se puede uno salvar en la Iglesia, lo mismo que en la religión protestante; según la Iglesia no hay salvación más que en su seno, luego, es preciso tomar el partido más seguro y entrar en el seno de la Iglesia”.
Millones de personas en el mundo conocen la Iglesia Católica y millones rechazan abrazarle, abandonándose a los errores, le combaten en todos los frentes de batalla, de manera suave o beligerante, directa o indirectamente. Pero los que pertenecen especialmente al cuerpo de la Iglesia han de anunciar el Evangelio con caridad y verdad, porque sólo lo que es verdadero puede ser anunciado al mundo. Nadie en la Iglesia Católica puede separar la pastoral de la doctrina sin faltar a la Verdad, ya que en ésta sólo es posible la unión y nunca en el error y lo falso. El ecumenismo ha de usarse para atraer las almas a la Iglesia Católica, único camino de vida eterna, única religión verdadera. Nunca dudemos en afirmarlo como tampoco en trabajar por todos los medios disponibles para lograr la conversión de las almas a Dios Uno y Trino. Vivimos los tiempos que Chesterton vaticinaba en lo secular y que ahora son aplicables a nuestra propia fe católica:
“Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”…
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